lunes, 17 de octubre de 2016

El Don

Dicen que cuando hay luna llena, si pides un deseo y luego soplas hacia ella, el deseo se cumple. Sabía que era una de esas mentiras que recorren por todo el mundo, aunque por dejar ir un poco de aliento no me iba a pasar nada. Y cuantas más mentiras, más divertido, ¿No? Así que supongo que los que se inventaron eso, pensaron que si hacían que el deseo no se le pudiese contra a nadie sería más interesante. Por tanto, me lo callé y no lo dije a nadie.

Por la mañana desperté sin recordar casi lo que había deseado. Como todas las mañanas, fui a cazar al bosque. Las nubes avecinaban tormenta, pero mi cabeza hueca le quiso plantar cara a la lluvia, que aún no había gozado salir de las nubes. Cogí mi arco y flechas, mi abrigo y mis botas de cazador. Fui hacia el árbol blanco, quedaba allí todos los días con mis amigos para cazar. No, el árbol no era blanco. Pero tenía una ralla de pintura de ese mismo color. Llegué el primero como siempre y esperé a mis compañeros.


Pasaron unos minutos y, de repente, un montón de pensamientos atravesaron las puertas de mi mente. Aquellos pensamientos no eran míos. "Hey ¿que pasa tronco?". Mi amigo Carlos había llegado, pero no fui capaz de responder-le. No encontraba las palabras, mis pensamientos se estaban mezclando con otros que no eran míos. Estaba oyendo dentro de mí tantas cosas a la vez que no podía hablar. Llegaron mis dos otros amigos, José y Pedro. "A este le pasa algo", dijo Carlos refiriendose a mí. "Tío, ¿estás bien?". José se había incorporado a la conversación. Empezé a correr, a gritar, me estaba volviedo loco. Me fui lo más lejos que pude, hasta que llegué a un precipicio. De repente, me vino a la cabeza el deseo que el día anterior había pedido: "leer la mente". No podía ser eso, era imposible. Aunque ahora que estaba lejos de ellos ya no oía nada.


Legaron donde yo estaba y volví a oír todos sus pensamientos. Empezé a retroceder sin mirar atrás, para alejar-me de quello que me atormentaba por dentro. Pero con tantas cosas en mi cabeza, se me olvidó por completo que detrás de mí había un precipicio. Y como un tonto, caí en él. En aquel momento solo oí el grito de Pedro: "¡Merlín!". Desde entonces que lo veo todo oscuro, no sé si estoy muerto, o si estoy en coma. Pero no he dejado de oír los pensamientos de la gente.

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